También progresivamente tuve que dejar de manejar, por lo tanto el tema de las compras en el supermercado recaían más en mi esposo y así el resto de las labores que antes dividíamos para no tener una carga tan fuerte.
Hay que tener mucha paciencia. Algunos días me preguntaba si no existía una matita de paciencia, para cosecharla en mi jardín. Un día lo dije frente a mi abuelita y me dijo: hija mía, ahora es que necesitas paciencia, este es sólo el inicio. La verdad es que tenía toda la razón.
En cierta forma me desesperaba porque no podía hacer yo las cosas, pero al final entendí que no me correspondía en ese momento de la vida y que para qué perder el tiempo pensando en lo que no podía hacer en vez de pensar en cosas que sí podía hacer, como dormir, llevar un diario, hacer manualidades, ver televisión, bañarme y durar horas en el baño dedicándome a mi.
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